¿Los animales sienten vergüenza y lo usan a su favor? Esto dice un estudio
Ya sea por destruir algo, morder tus zapatos u orinar en algún lugar prohibido. ¿Tu perro puede sentir vergüenza? Esto dicen los expertos
¿Los perros sienten vergüenza o solo fingen? Un grupo de expertos y un estudio publicado en 2018 obtuvieron una respuesta para ello, pero lo cierto es que la evidencia inmediata, registrada a través de cientos y cientos de videos en internet referentes a estos pequeños peludos confesando sus delitos con un rostro arrepentido, podría darnos una idea.
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Ya sea por morder los zapatos, destruir algún cojín, orinarse en donde no debían o cualquier otro acto reprobable para el ser humano, algunos perros reaccionan de una manera muy peculiar ante el reclamo o el regaño. Pero ¿es realmente la vergüenza el verdadero sentimiento o es tan sólo un reflejo de las emociones humanas?
Un estudio publicado a través de The Atlantic en 2018, de nombre ‘Tu perro no siente vergüenza’ escrito por William Brennan, decía que esa “mirada culpable” tan característica es realmente “una respuesta sumisa que ha demostrado ser ventajosa porque reduce el conflicto entre el perro y el humano”.
El Dr. Marc Bekoff, catedrático emérito de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Colorado en Boulder, escritor de libros relaciones como “The Emotional Lives of Animals” (La vida emocional de los animales) y “Dogs Demystified: An A-to-Z Guide to All Things Canine”, también ha profundizado específicamente en la cuestión de si los perros son capaces de sentir culpa o vergüenza. Según sus palabras, es posible, dijo a la revista Salon .
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“Si nos fijamos en las situaciones en las que diríamos que un humano siente vergüenza, no hay razón para pensar que un no humano no pueda sentir también esa emoción”, puntualizó el experto.
"¿Pueden sentir vergüenza? Sí. Hay muchas historias muy buenas sobre la vergüenza. Hice un libro titulado ‘La sonrisa de un delfín’ y Jane Goodall escribió un ensayo realmente genial sobre un chimpancé que se cayó, básicamente miró a su alrededor, se encogió de hombros y se marchó como si nada hubiera pasado. No veo la implicación moral de la vergüenza”.
Según Bekoff, saber si un perro realmente siente vergüenza es algo “difícil”, pero en comparación con la reacción de un ser humano, “no hay razón para pensar que un ‘no humano’ no puede sentir también esa emoción”.
“Los ejemplos clásicos que vienen son los perros y la culpa, los perros y la vergüenza. Todavía no lo sabemos, pero desde el punto de vista de la biología evolutiva, porque yo soy realmente un biólogo evolutivo, me resulta difícil imaginar que los animales sociales no tengan la capacidad de sentir vergüenza”, añadió.
Según relató Bekoff, su perro ‘Moises’ siempre solía correr a la puerta para recibirlo y saludarlo. En cambio, un día llegó a casa y notó que el perro se acercó a la puerta, metió la cola, se dio vuelta y lo miró con cierta extrañeza. “Esto fue antes de saber lo que había pasado”, dijo.
“Pensé: ‘Vaya, aquí hay algo raro’. Y recuerdo que Moisés había hecho algo y que no se sentía bien consigo mismo. Entré y allí estaba mi chaqueta de esquí favorita en el suelo destrozada - en la que se había meado”. comentó. “Como en realidad soy biólogo evolutivo, me resulta difícil imaginar que los animales sociales no tengan la capacidad de sentir vergüenza”.
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Bekoff también se refirió a si otros animales también podían sentir esta emoción, o al menos gran parte de las especies sociales. “Estudié a los coyotes durante años en el Parque Nacional Grand Teton. Hay un elemento común aquí: Están haciendo algo que desean que otras personas u otros animales no vean. Era un coyote bebé, probablemente de tres meses más o menos, que corría frenéticamente, haciendo zoomie, que es correr frenéticamente en círculos. Intentaba que otros coyotes, sus compañeros de camada, lo persiguieran. Corrió hacia una roca, saltó de ella, cayó, tropezó y rodó. Lo primero que hizo fue levantarse y mirar a su alrededor y luego simplemente se alejó y corrió inmediatamente detrás de sus compañeros de camada a los que intentaba hacer jugar con él”.
El biólogo aclaró que esto pudo haberse interpretado de otra manera, pero aclaró que no es una cuestión de la capacidad de sentir o mostrar ciertas emociones, sino de evolución. “No hay razón para pensar que los animales que viven en grupos sociales no han evolucionado el mismo menú de emociones que tenemos”, agregó.
Está claro que, entre los gusanos, algunos insectos o para una amiba no exista la vergüenza o pudor, pero para los vertebrados podría ser un hecho, reflexionó Bekoff.
También anotó que la sociabilidad de algunos animales que viven en grupos o convivan con otras especies, como en el caso del perro y el humano, sea un punto clave para entender el por qué pueden expresar ciertas emociones. Al final del día, a quién le daría vergüenza caerse si no hay nadie alrededor.
Por otro lado, sería un error pensar que los animales que no son sociales no tienen esa capacidad. “Si vivieran en un grupo social, ¿podría surgir la vergüenza, la culpa o el pudor?”, se preguntó el biólogo. “Creo que lo que ocurre es que, está dentro de ellos, pero puede que no se manifiesten cuando viven solos”.
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