El dolor en la tortura: Una herramienta de poder para destruir a la víctima
La tortura no solo busca información, es una herramienta de poder para humillar y destruir la voluntad; explora sus verdaderos fines, historia e impacto.
La tortura no solo busca información. Su verdadero objetivo es el poder, la humillación y la destrucción total de la voluntad humana. Jorge Fernández Menéndez, periodista, analista político y conductor del programa “Todo Personal” en adn40 explora sus razones, su historia, su impacto en hombres y mujeres, y por qué es una práctica inaceptable en cualquier sociedad.
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¿Qué es realmente la tortura?
Más allá de su definición legal y académica, la tortura es un acto que inflige dolor físico o mental con la intención de destruir la voluntad de una persona. A menudo, quienes torturan ya tienen la información que dicen buscar. El objetivo real es romper a la víctima, convertirla en un objeto, someterla y anular su humanidad.
El verdadero propósito: Someter al otro
La
tortura
es una herramienta de poder. Sirve para demostrar dominio total y para eliminar cualquier rastro de dignidad en la víctima. Se aplica cuando alguien ya ha sido deshumanizado:
- Por raza
- Ideología
- Religión
- Género
El término clave es “quebrar” a la persona hasta que ya no se reconozca como ser humano.
Una historia de dolor en todas las culturas
Desde los regímenes fascistas, comunistas o religiosos, la tortura ha sido una constante histórica. Inquisiciones, dictaduras y guerras han usado esta herramienta para controlar, reprimir o eliminar al enemigo. Cada época ha tenido sus métodos, pero el propósito siempre ha sido el mismo, someter al cuerpo y al alma.
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La tortura contra las mujeres: Doble castigo
A lo largo de la historia, las mujeres han sido torturadas con especial saña. La violencia contra ellas se sexualiza, se amplifica y muchas veces se extiende a sus hijos. La tortura con enfoque de género busca no solo someter, sino borrar la identidad misma de la mujer.
¿Por qué no se justifica nunca?
“No hay excusa válida para torturar”, recalca Jorge Fernández Menéndez. Hoy existen métodos de interrogación eficaces sin recurrir al dolor. La información obtenida bajo tortura suele ser falsa, dicha solo para acabar con el sufrimiento.
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