¿De quién es el espacio público? A Debate por Daniel Jacobo

A Debate por Daniel Jacobo : Era junio del 2020 cuando el gobierno de la Ciudad de México, entre dudas, incertidumbre y complicaciones, decidió que los negocios de alimentos, restaurantes y bares, pudieran obtener un permiso para salir de sus estructuras y poder brindar servicio en las calles con el objetivo de evitar la convivencia de la gente en espacios cerrados.

Las calles de la capital comenzaron a ver reemplazados los autos estacionados por cientos de mesas en donde comensales disfrutaban de una buena comida, el chismorreo y una que otra copa.

Pronto, la medida “temporal” se vio extendida y transformada en un programa de gobierno.

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El objetivo de este programa, según se lee en el sitio de la Secretaría de Desarrollo Económico capitalina, es “establecer las reglas para que los establecimientos mercantiles, cuyo giro preponderante sea la venta de alimentos preparados, puedan colocar enseres en la vía pública para la prestación de sus servicios.”

¿Cuáles son los costos? Para los establecimientos de “bajo impacto”, el costo se condona en su totalidad; para los de “impacto vecinal”, el pago de derechos es por tres mil pesos.

El programa resultó un éxito: según reporta el diario El País, de junio de 2020 a marzo de 2023, 17 mil 694 establecimientos obtuvieron este permiso; las principales alcaldías fueron la Cuauhtémoc, hogar de la Roma-Condesa; la Benito Juárez, que concentra colonias como la Del Valle, Narvarte, Nápoles o Insurgentes Mixcoac; y la Miguel Hidalgo, donde se ubica Polanco.

Es decir, la mayoría de permisos se otorgaron en las alcaldías con mayor actividad económica de la ciudad.

Según las especificaciones técnicas del programa, los establecimientos deberán garantizar un metro de paso libre para el tránsito peatonal en caso de que las mesas sean colocadas sobre la banqueta.

Además, el punto 5.6.6 señala que “no se podrán obstruir pasos peatonales, áreas de resguardo peatonal, rampas para personas con discapacidad, drenajes o bocas de tormentas, accesos de otros comercios o habitacionales; infraestructura urbana, mobiliario urbano o áreas verdes.”

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¿Cuántos establecimientos cumplen con lo estipulado en realidad? Basta con caminar (o intentarlo) sobre las calles de las colonias antes mencionadas para darse cuenta de que el espacio peatonal entre las mesas colocadas al exterior, es mínimo; ni un metro garantizado.

El programa tiene sus matices: por un lado, la presencia de comensales en las calles en lugar de autos estacionados, le da vida a la zona. Vida en el sentido de mayor convivencia, mayor iluminación y menor riesgo de ser víctima de algún delito.

Pero por otro lado, quienes habitan cerca de estos establecimientos se enfrenta a la reducción del espacio peatonal, al incremento del ruido y a que sea más complicado transitar por la calle en la que vive.

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Sin duda, la extensión de los establecimientos hacia las calles llegó para quedarse; pero la pregunta surge: ¿de quién es el espacio público? ¿De los establecimientos que reducen al mínimo la accesibilidad peatonal? ¿De los peatones que merecen banquetas vacías? ¿De los vecinos que merecen un silencio sepulcral al llegar a sus hogares?

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La respuesta, diría yo, es que el espacio público es de todos; pero esta respuesta, no todos la comparten.

Hoy no es la pregunta, sino la respuesta, A Debate.

Por Daniel Jacobo
@soy_camel

adn40 Siempre Conmigo.